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Un partido de tenis es mucho más que un enfrentamiento entre dos competidores. Cada tenista lucha contra su oponente pero también contra sí mismo. Para triunfar, debe imponerse al contrincante y además superar los fantasmas propios, esos que dibujan las limitaciones del cuerpo y los vericuetos de la mente.

Ni Roger Federer, ni Rafael Nadal ni ninguna otra figura del circuito: el rival más difícil que encontró Juan Martín del Potro a lo largo de su trayectoria fue Juan Martín del Potro. Su físico no solo lo dejó en inferioridad de condiciones en numerosas ocasiones, sino que incluso lo obligó a alejarse de las canchas durante mucho tiempo. Tanto, que hasta su cabeza se transformó en un obstáculo para seguir compitiendo y disfrutando el juego.

Pero los grandes deportistas están hechos de una materia diferente a la del resto de los mortales. Y el tenista nacido el 23 de septiembre de 1988 en la localidad bonaerense de Tandil es un gigante, no solamente por medir 1,98 metros. Del Potro lleva el fuego sagrado de los campeones en su corazón. Por eso le pudo ganar a las lesiones, a los vaivenes emocionales y a los mejores jugadores del mundo para bañarse de gloria. Lo mejor es que, más allá del largo camino recorrido, a la película de su carrera todavía le quedan muchas escenas por rodar. Incluso, quién sabe, tal vez le falten las más importantes.

De gran promesa a realidad implacable

Juan Martín se acercó al tenis cuando apenas tenía 5 años. Marcelo Gómez fue su entrenador en el Club Independiente, adonde lo llevaron sus padres: la docente Patricia y el veterinario Daniel. Viendo jugar a los cracks de los ’90 y principios del siglo XXI como Marat Safin, Lleyton Hewitt y Pete Sampras, el tandilense comenzó a forjar su sueño de raquetas y redes.Tuvo una breve pero exitosa carrera juvenil, que incluyó el título en el Orange Bowl de 2002 cuando tenía 14 años. Dos temporadas después, ya con Nike como sponsor, ganó su primer partido en una competencia profesional y a los 17, su primer torneo: el challenger de Montevideo.

En 2006 logró ubicarse entre los cien mejores del ranking mundial. Del Potro había dejado de ser una promesa para convertirse en uno de los animadores del ATP World Tour. Todavía le faltaba para codearse con las estrellas, pero iba rumbo a eso. El 2008 fue el año de su despegue definitivo, al ganar cuatro títulos consecutivos, tuvo su debut como Top Ten en octubre. “La Torre de Tandil” fue por más y meses más tarde alcanzó uno de sus logros más relevantes, obteniendo el US Open con victorias a Rafael Nadal y Roger Federer incluidas; Del Potro trepó hasta el 4º lugar del ranking y parecía avanzar con paso firme hacia el primer puesto, un lugar de privilegio que ningún tenista argentino pudo alcanzar, ni siquiera Guillermo Vilas. Hasta que llegó su primera operación.

La odisea  y el regreso…

Después de disputar el Abierto de Australia, una lesión en su muñeca derecha lo obligó a renunciar a varios torneos y finalmente a tomar la decisión de someterse a una intervención quirúrgica, que se produjo el 4 de mayo de 2010 en la Clínica Mayo de Rochester (Estados Unidos). Recién pudo volver a jugar en septiembre en Tailandia, perdiendo en la primera ronda.

El ranking lo encontró en la posición 485º en enero de 2011. La caída fue un rebote, ya que Del Potro tocó fondo y empezó a subir. Ganó dos títulos, alcanzó la final de la Copa Davis junto al equipo argentino y terminó el año otra vez como Top Ten.

Fueron tiempos de estabilidad para el atleta bonaerense. Cuatro trofeos más la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos en 2012, otros cuatro en 2013 y uno más a comienzos de 2014 le permitieron mantenerse entre los diez mejores durante más de dos años. Las sombras volvieron cuando el 24 de marzo tuvo que volver a operarse, esta vez de la muñeca izquierda.

Los problemas físicos persistían y en enero de 2015 llegó una tercera intervención. Apenas jugó cuatro partidos en todo el año: en junio, ingresó al quirófano por cuarta vez, nuevamente para tratar de dejar atrás los dolores en la muñeca de su mano izquierda.

Para muchos, referirse por entonces a Juan Martín del Potro era hablar en pasado. Lo consideraban un ex jugador, un talentoso que, por culpa de su físico, se había desplomado en el ranking hasta el puesto 1045. Incluso él, atormentado por la incertidumbre, dudaba de la posibilidad de volver a competir en los primeros planos. Pero nunca hay que subestimar el corazón de un campeón…

Y decidió seguir abrazando desafíos…

Subió, se cayó, volvió a trepar, se derrumbó de nuevo. Todo al compás de las lesiones. En el medio, hubo cambios de entrenador y una nueva forma de ver las cosas. Desde que se produjo su segundo regreso a inicios de 2016, los problemas físicos y las oscilaciones emocionales quedaron atrás y Del Potro disfruta. También hace disfrutar a los amantes del tenis que no dejan de asombrarse con la potencia de sus golpes; incluso maravilló al mismísimo Federer, quien lo apodó Del THORtro ya que el argentino parece tener el martillo superpoderoso del personaje cinematográfico que se basa en la mitología nórdica.

Con las huellas de cuatro operaciones en sus muñecas, Del Potro logró en los últimos dos años varios de sus mejores resultados. Una nueva medalla olímpica (plata en Río de Janeiro 2016), otros cuatro títulos en el ATP World Tour y hasta la Ensaladera de la Copa Davis se sumaron a su palmarés. Además pudo entrar al Top Ten por tercera vez, evidenciando una sorprendente capacidad de recuperación.

¿Llegará Juan Martín del Potro a ser el número uno del planeta? Las posibilidades son concretas y seguramente se trate de uno de sus anhelos. Pero, pase lo que pase de aquí en más, el tandilense ya está entre los grandes tenistas de la historia por sus logros y por hacer gala de un amor propio pocas veces visto adentro de un campo de juego.

Un hombre de afectos entrañables

Es sin lugar a dudas, ídolo de multitudes, ganó numerosos trofeos y lleva cosechados varios millones de dólares, pero Juan Martín del Potro demostró en muchas ocasiones que lo que más le importa son sus afectos más cercanos.

El hijo de Daniel y Patricia mantiene a su grupo de amigos de la infancia y la adolescencia, a muchos de los cuales conoció mientras asistía al colegio San José en su Tandil natal. Con ellos juega al fútbol, comparte asados y disfruta las sierras.

Una tragedia le quitó muy rápido a su hermana mayor, Guadalupe, fallecida en un accidente automovilístico en Lobería. Tras ese terrible hecho, su tía Nancy sugirió llevar al pequeño Juan Martín a hacer tenis al Club Independiente para que se enfocara en el deporte y así alejarlo de la angustia y la tristeza. Ya en la adultez, convertido en uno de los mejores tenistas del mundo, Del Potro sigue dedicándole cada triunfo a Guadalupe.

El dolor unió aún más a Juan Martín y a su hermana menor, Julieta, con quien habla todos los días y mantiene una relación de cercanía pese a las distancias geográficas. Una muestra de la importancia de Julieta en la vida del tenista: cuando ganó el Abierto de Stuttgart en 2008, le regaló el Mercedes-Benz SLK 350 que recibió como premio.

En los últimos años Del Potro sufrió otras pérdidas que hicieron que su sensibilidad quede expuesta. En mayo de 2017, murió su abuelo Lucas. El tenista optó por retirarse del torneo de Estoril para acompañar a su familia y lo homenajeó con una emotiva carta en Instagram que comenzaba diciendo: “Gracias por ser el abuelo que cualquier nieto desearía tener”.

En febrero de 2018, en tanto, Delpo perdió a su compañero canino: César, quien fue su mascota durante cerca de una década. A él le dedicó uno de sus triunfos más importantes ya que, al derrotar a Roger Federer en la final de Indian Wells, cumplió con el ritual de firmar una cámara de TV escribiendo esta vez el nombre de su perro y dibujando un corazón.

En el alma del tandilense, por supuesto, también hay lugar para una pareja. Se lo ha vinculado con muchas mujeres: hasta se habló de una supuesta relación con Susana Giménez. Pero su romance más mediático e intenso lo mantuvo con la actriz y cantante Jimena Barón, quien lo acompañó en varios viajes.

Tandil, su cálida casa

Juan Martín del Potro creció en el barrio Falucho 1 de Tandil. Su profesión le permitió recorrer el planeta y conocer los sitios más fascinantes, pero él no lo duda: su hogar está en la localidad bonaerense famosa por las sierras y las picadas. Por eso cada vez que termina una gira regresa a su casa tandilense para reencontrarse con sus seres queridos y disfrutar de su entorno preferido.

Del Potro ha expresado en muchas oportunidades que Tandil es “la ciudad más linda del mundo”. Sus coterráneos, además de admirar su talento deportivo, valoran mucho ese apego sincero por su lugar de origen. Cuando ganó el US Open en 2009, miles de vecinos lo acompañaron en una caravana desde la Ruta Nacional 226 hasta el Palacio Municipal. El tenista también festejó la obtención de la medalla de plata de Río 2016 en la casa de gobierno, ubicada frente a una plaza que se colmó de gente que lo aplaudía orgullosa y ante unas 10.000 personas, Juan Martín exclamó: “La ciudad es de oro, ustedes son de oro”. Cabe destacar que Del Potro hasta cuenta con un mural en Tandil. En la esquina de Avellaneda y Richieri, donde se encuentran instalaciones del Club Independiente, se puede ver pintada la figura del deportista y menciones a sus dos medallas olímpicas.

Pasión por el fútbol y por Boca

Como a la gran mayoría de los chicos argentinos, Juan Martín del Potro soñaba con ser futbolista. De hecho fue parte de las divisiones inferiores de Independiente de Tandil, donde también se formó como tenista. Con el paso de los años tuvo que conformarse con convertirse en espectador, más allá de seguir jugando informalmente con sus amigos.

Boca Juniors es el club que despierta el fanatismo de Delpo. No tuvo la posibilidad de ponerse la camiseta azul y amarilla a nivel profesional, pero al menos disfrutó el privilegio de caminar por el campo de juego de La Bombonera mientras recibía la ovación de la hinchada. Eso ocurrió luego de ganar la medalla olímpica de plata y tras la obtención de la Copa Davis, por ejemplo.

Delpo se dio el gusto, asimismo, de compartir diversos momentos con el plantel xeneize y hasta entabló amistad con uno de los máximos ídolos boquenses: Martín Palermo. El tandilense no solo se acerca a La Boca para ir a la cancha cada vez que su calendario lo permite; incluso viajó a Uruguay para acompañar a su equipo en un duelo por la Copa Libertadores.

La muestra más clara de su pasión por Boca la dio en 2012. Del Potro le pidió a la organización de Wimbledon que atrasara su partido de segunda ronda para tener la posibilidad de seguir por TV el primer encuentro de la final de la Libertadores entre el Xeneize y Corinthians.

El artífice del logro más importante

Hasta 2016, la Copa Davis era una obsesión para el tenis argentino. Consagrarse en el torneo era una cuenta pendiente que parecía imposible de saldar, ya que varios de los mejores exponentes de nuestra historia tenística estuvieron muy cerca pero fallaron en el último paso.

En 1981, el equipo liderado por Guillermo Vilas y José Luis Clerc alcanzó la final, donde perdió frente a Estados Unidos. Recién en 2006 Argentina pudo volver a la instancia decisiva, esta vez para caer ante Rusia.

Juan Martín del Potro integró el plantel en 2008, cuando el equipo argentino perdió por tercera vez en la final, ahora ante España. El mismo verdugo que en 2011.

La suerte cambió en 2016 gracias a la Torre de Tandil, pieza decisiva para una consagración histórica. En cuartos de final, Argentina superó a Italia con Delpo ganando el dobles junto a Guido Pella. En semifinales, Del Potro derrotó a Andy Murray, aunque luego no pudo alcanzar el triunfo en dobles con Leonardo Mayer. El conjunto nacional, de todos modos, dejó en el camino a Gran Bretaña.

Ya en la gran final, Delpo venció nada menos que a Ivo Karlovic y a Marin Cilic, dándole dos puntos claves a Argentina. Federico Delbonis luego rubricó el histórico triunfo. Cobijado por compañeros que estuvieron a la altura del desafío, Juan Martín del Potro fue la gran figura del mayor éxito colectivo del tenis de nuestro país.