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El 18 de marzo de 1989 empezó a escribirse la historia de Lily Jane Collins, una joven artista que lleva años demostrando sus aptitudes para ponerse en la piel de personajes de ficción. A esta altura de su carrera, ya habiendo demostrado capacidad y talento genuino para encabezar elencos y acumulando millones de admiradores a escala internacional, su carta de presentación, no gira en torno a sus progenitores, a pesar que la enorgullecen, sino a su propio camino profesional.

Phil Collins, su padre, el admirado músico, productor y compositor británico, la marcó con su indiferencia, un abandono que ella sufrió hasta llegar a la anorexia y una tristeza que poco a poco pudo potenciar y superar gracias a esas ganas de vivir y desarrollar su arte escénico.

Claro que tampoco se puede pasar por alto su raíz materna. Esta joven mujer que ha hechizado a fanáticos del mundo al caracterizarse como Blancanieves en “Mirror Mirror” y trepó a la cima del éxito al desembarcar en Netflix con “Emily en París”, es hija de una destacada actriz llamada Jill Tavelman. Su presente laboral y sentimental ahora es pleno y genuino. En más de una oportunidad, ya sea en redes sociales y entrevistas, se definió como apasionada, curiosa y alguien en constante evolución, quien también ha dado indicios de haber tenido tramos complicados a nivel personal a pesar de pertenecer a una familia famosa, adinerada y de alta exposición pública, comprobando a través de sus relatos, que los ricos y famosos también tienen que perseguir la felicidad y esforzarse para alcanzar el bienestar.

Lazos profundos e incondicionales

El divorcio de sus progenitores, acontecido en 1996, supuso para Lily un cambio radical que la marcó para siempre y condicionó varias instancias de su vida. Tras la ruptura sentimental de Phil Collins y Jill Tavelman ella se instaló en compañía de su madre en Los Ángeles y a medida que creció padeció, y sufrió, la ausencia paterna.

Para acercarse a la esfera más íntima de Collins es indispensable bucear en las páginas de “Unfiltered. No Shame, No Regrets, Just Me”, lanzado hace varias temporadas. Esas memorias desnudan el lado B de un artista muy famoso venerado a nivel internacional, que no ejerció el rol de padre tal como necesitaba su indefensa hija.

Lily ha asegurado que más de una vez, siendo niña, se ilusionó con un llamado de su papá, pero él optaba por enviarle un fax. Entre ambos se gestó un vínculo tenso y distante que si bien con el transcurso de los años se tornó menos conflictivo y prosperó el amor filial, dejaron en ella sombras de decepción, frustración, desconcierto, dolor y tristeza.

Lily fue creciendo con inseguridades y la presión de querer la aprobación del hombre que le dio la vida la colmó de angustias. Atormentada por desajustes afectivos y sin poder procesar ni quitarse de sus entrañas tanta tristeza, empezó a padecer trastornos de alimentación. En el ejercicio físico encontró en principio, una vía de escape, pero llevó la actividad física hasta el extremo y la combinó con una nutrición inapropiada, ¿el resultado? Una pérdida de peso alarmante y peligroso que modificó su apariencia física y puso en jaque su salud. Más tarde, con su autoestima muy debilitada, Lily tuvo un vínculo de pareja muy tóxico, fue su primer amor, de quien sufrió violencia verbal y abuso emocional.

En su listado de obstáculos que tuvo que ir sorteando figura inclusive el llamado síndrome del impostor, un problema que le ha impedido apreciar y disfrutar cada uno de sus logros y conquistas en aquellos primeros años.

 

Llegaron los buenos tiempos…

Poco a poco, el sol fue asomando en su horizonte. Hacer terapia la guió hacia la claridad, dándole herramientas para comprender por qué, en algún momento, permitió que su realidad estuviera opacada por pensamientos oscuros de auto boicot. Además, el deporte, practicado en su justa medida, le sumó otra razón de bienestar y le hizo notar el valor de tratar al organismo con amor y cuidado.

A pesar de tener en claro que el pasado no desaparece, su propósito fue avanzar, mirar para adelante y aprovechar el tiempo propiciando un presente y un futuro armonioso. Su prioridad pasó a ser, tal como develó en una entrevista, cultivar sus vínculos personales y sumar momentos de calidad con sus seres queridos. Sus destrezas frente a cámara le dieron la chance de ir armando una trayectoria fabulosa, a su adorado padre decidió perdonarlo y contrajo matrimonio con el cineasta Charlie McDowell, con quien se comprometió en 2020.

A Phil, quien le escribió un emotivo tema titulado “You’ll Be In My Heart”, sigue sin verlo tan frecuentemente como ella quisiera, pero en un mensaje que le dedicó públicamente para desearle un feliz cumpleaños reconoció que él la ve, la mira, la observa y sigue abrazándola con fuerza. Además de expresarle agradecimiento por los recuerdos que construyeron juntos, ratificó que siempre lo necesitará como padre. Sin embargo a diferencia de otras celebridades, Lily Collins no tomó atajos basados en la portación de un apellido emblemático para asegurarse papeles en series o películas. Su camino fue más honesto, sacrificado y seguro: se preparó, experimentó en primera persona el sinsabor de ser rechazada en algunos casting y fue aprovechando al máximo cada oportunidad de integrar un reparto hasta alcanzar la solidez suficiente para brillar en un rol protagónico. Está convencida de que todo pasa por algo y cree firmemente en que cada oportunidad tiene su tiempo. Confía en esa idea que pregona: que “si no es ahora, lo será en algún momento”.

La favorita de la Maison Lancôme

Otra faceta de Collins que resulta interesante repasar conduce a la moda porque además de haber sido fotografiada para decenas de portadas de revistas, ha sido convocada en más de una oportunidad como modelo, logrando así llevar su encanto hasta las pasarelas y las producciones fotográficas. Ser la favorita de muchas marcas prestigiosas refuerza su conexión con las tendencias. Cuando cerró un acuerdo con la Maison Lancôme, esta carismática artista seguida en Instagram por más de 28 millones de usuarios comunicó que estaba concretando un sueño, porque solía admirar el modo corporativo de promover y exaltar la elegancia, el espíritu y la belleza interior de las mujeres.

 

Embajadora de Cartier

Por otra parte, una y otra vez remarca su predilección por los accesorios de joyería. Desde su punto de vista, una joya no se reduce a ser un artículo de adorno que realza un look sino que es un complemento de la personalidad y acompaña emociones personales. En su caso, no duda en señalar como su pieza favorita al reloj de Cartier modelo Panthère que su mamá le obsequió para su cumpleaños número dieciocho. Esta gloriosa marca que la ha elegido como embajadora conmueve profundamente a la joven Lily porque desde chica comparte con su madre la admiración por los relojes de esta firma y hasta le despertó el deseo de visitar el taller que Cartier posee en París para observar de cerca cómo es el proceso artesanal de transformación de piedras preciosas en piezas exclusivas de joyería. Como era previsible, sintió como un gran honor la propuesta de convertirse en la cara de una colección de esta compañía que comercializa artículos de primer nivel.